Ellas son hábiles para conversar y, como todas las Cronopias Tué Tué, pueden tratar tres o cuatro temas al mismo tiempo y así, mientras una le pregunta a la otra ¿Por qué te teñiste de ese color el pelo?, la otra puede estar diciendo Sí, anoche me acosté a las tres de la mañana, cuatro o cinco frases después la interrogada estará respondiendo Porque el caoba es mi color favorito y su compañera le manifestará es una lástima que no trajéramos una cámara fotográfica. Y así seguirán intercambiando comentarios en una conversación desfasada que para los Otros sería un absurdo, y que, sin embargo para ellas es un perfecto y habitual diálogo de Cronopias Tué-Tué.
Las Cronopias Tué-Tué son desconfiadas -lo que aparentemente pudiera parecer un defecto-, por eso preguntan al chofer, cuyo bus lleva un letrero indicando como destino Villa Alegre, si ese bus va efectivamente a Villa Alegre y lo que pudiera parecer una conducta irracional de parte de ellas (los Otros no harían tal pregunta y darían por sabido que si un letrero de bus dice Chuchunco es porque va indiscutiblemente a Chuchunco) se transforma en una cualidad que les permite llevar a buen término sus planes, porque el chofer del bus con el letrero de Villa Alegre les responde enfáticamente que NO va a Villa Alegre y que el bus estacionado en el andén de al lado, a pesar de que no lleva ningún letrero que lo indique, se dirige a ese destino. Después de las consultas respectivas las Cronopias Tué-Tué se suben muy contentas al bus correcto preguntándose a sí mismas si la gente de Villa Alegre es tan alegre como ellas. Conversan animadamente, se cuentan las anécdotas que les han ocurrido durante el periodo que dejaron de verse, hablan de sus Cronohijas (aspirantes a Cronopias Tué Tué), de sus Crono-Otros (ellos, por leyes de género, no podrían pertenecer a la especie Cronopias Tué Tué), hablan de sus lecturas favoritas de la adolescencia, de sus poetas preferidos, de la forma correcta de cortarse las uñas de los pies, y cuando ambas están compartiendo la idea de lo cara que está la vida y de que me compré un televisor en doce cuotas, es muy probable que una pasajera, enviada por el chofer, les recuerde que deben pagar los pasajes; entonces las Cronopias Tué Tué, comienzan a buscar sus monederos y estoy segura que lo traje y, si una de ellas no encuentra ese monedero perdido entre tanta vida que lleva en su cartera, no importa porque la otra paga dos pasajes sabiendo que su amiga Cronopia tarde o temprano le pagará lo adeudado. Las Cronopias Tué Tué desconfían de los Otros, pero entre ellas existe una confianza ciega.
Luego ellas se preguntan cómo van a saber cuando hayan llegado a Villa Alegre, se cuentan el gastado chiste de que lo sabrán porque todas las personas estarán alegres al llegar allí y se ríen del chiste viejo como si lo oyeran por primera vez, luego se quedan tranquilas porque confían en su intuición de Cronopias Tue Tué que hasta el momento no les ha fallado o les ha fallado muy poco.
De pronto y gracias a un letrero que ven en el camino, se dan cuenta que han llegado a Villa Alegre; vacilantes, se bajan del bus y se maravillan al ver una pequeña iglesia amarilla que anuncia con un colorido letrero que allí descansan los restos de un sabio de otros tiempos. Entran llenas de curiosidad al histórico lugar. Miran asombradas, con los ojos casi saliéndoseles, las pinturas del techo. Tocan todo, las bancas, la puerta, los vitrales, la tumba. Se sientan, hablan bajito, juegan a confesarse ubicándose en el confesionario y cuando salen miran de lejos y con respeto lo único que su naturaleza de Cronopias Tué Tué les indica que debe respetarse: el agua bendita.
Junto a la pequeña iglesia amarilla se ubica un Museo que las Cronopias Tué Tué visitan más fascinadas aún, allí sienten que se encuentran en un tiempo ajeno a su tiempo. Numerosos retratos cuelgan de las paredes del museo (hijos ilustres de Villa Alegre, algunos ex-presidentes, algún actor de farándula, ex-reinas de la primavera, etc.). Numerosas fotografías en sepia muestran a las mujeres (Cronopias o no Cronopias) de épocas pasadas. Las Cronopias Tué Tué hablan entonces de sus primos, de sus madres y de sus abuelas, de aquella época que intuyen distinta para las Cronopias Tué Tué de aquel tiempo ajeno a su tiempo.
Después, las Cronopias Tué-Tué caminan por los corredores del museo, admiran las máquinas antiguas que allí se exponen, tratan de adivinar para qué pudiera servir tanta palanca gigantesca y tanto hierro retorcido. Una Cronopia Tué Tué recuerda su máquina de coser, relata como fue que regaló su máquina de coser antigua no queriendo regalarla. Entran a otra sala, una de las Cronopias Tué Tué lee en voz alta la historia de una cruz traída de alguna lejana y desértica salitrera nortina. Visitan todas las salas del museo, no dejan ningún objeto que no haya pasado por sus ojos o por sus manos, encuentran un viejo piano, una de ellas toca el vals para Elisa, la otra la escucha o hace como que escucha, aunque la verdad es que recién oirá las notas y dirá qué hermosa música cinco minutos después, justo cuando abandonan la sala y se disponen a salir a la calle.
Una vez en la calle, las Cronopias Tué-Tué desean conocer la Plaza de Villa Alegre, caminan entre las personas, se tropiezan con ellas, se compran aspirinas, pierden la orientación, quieren llegar pronto a la Plaza, , detienen a los transeúntes, les preguntan cómo llegar a la plaza, si tienen o no tienen un mercado, si tienen piscina, que dónde se almuerza, que muchas gracias señora y que dios se lo pague y los habitantes son amables y hasta las miran con curiosidad, entonces encuentran la Plaza y se sientan en un banco, fuman, conversan y se ríen, ríen y fuman y conversan, conversan y también versan, hablan de haikús, de puchas que hace calor, de como se usa la coma, de que vocativo viene del latín vocare y, como es lógico, entre tanta coma les dan ganas de comer, entran al primer local que encuentran, piden cazuela de vacuno, se inquietan porque la atención demora mucho, pero al fin llega el almuerzo y no reclaman por el trozo de choclo que a otros comensales les dieron pero a ellas no, almuerzan riendo y fumando y conversando y mezclando sus recuerdos con los círculos concéntricos del humo del cigarrillo.
Después de comer, pagan la cuenta a medias, salen a la calle y se dan cuenta de que al lado había otro lugar más bonito para almorzar y luego entran allí y se pasean como Pedro por su casa y emiten expresiones de asombro, pero qué bonitas esas pinturas y ese tejido a crochet y pucha que fuimos lesas y salen lamentando no haber entrado allí primero, pero haciéndose la promesa de volver algún día.
Así es como viajan las Cronopias Tué Tué. Luego, esperan el bus, regresan a sus hogares y escriben las memorias de sus viajes.