sábado, 11 de octubre de 2008

TODOS TUVIMOS INFANCIA

Todos tuvimos infancia, aunque no sé si a todos les ocurre lo mismo que a mí: a medida que va pasando el tiempo, mi tiempo, los lejanos momentos de niñez se me van revelando poco a poco, como si realizara mi propio viaje a la semilla, tan bien narrado por Carpentier.
Recuerdo en especial a una niña, la veo sentada bajo un frondoso parrón, dibujando sus primeros trazos en un cuaderno cuadriculado, mientras su madre lava toneladas de ropa escobillándola en una enorme artesa de madera.
Con esmero, de acuerdo al modelo dado, la niña traza palitos horizontales, verticales, tacitas y matecitos con su lápiz faber Nº 2. Como música de fondo, en la RCA Víctor, la voz de algún mexicano mexicanísimo (tal vez Jorge Negrete o Antonio Aguilar) canta su popular Juan Charrasqueado, la triste historia de un ranchero enamorado,/que fue borracho, parrandero y jugador. La niña no entiende aquella historia, lo único que le queda claro es que Juan Charrasqueado no tuvo tiempo de montar en su caballo porque una bala atravesó su corazón, una bala atravesó su corazón, atravesó su corazón, y ella no entiende qué significa eso, porque la muerte no está aún en su diccionario vital y lo único que sabe es que, cuando la voz del pequeño hombrecito prisionero en la radio cante Aquí termino de cantar este corriiido, ella habrá terminado de hacer una columna de tacitas con cuchara y todo y su madre escobillará una nueva prenda de ropa mientras en la RCA Víctor comenzarán a cantar otro corrido.


JUAN CHARRASQUEADO


Voy a contarles un corrido muy mentado,
lo que ha pasado allá en la Hacienda de la Flor,
la triste historia de un ranchero enamorado,
que fue borracho, parrandero y jugador.

Juan se llamaba y lo apodaban Charrasqueado,
era valiente y arriesgado en el amor,
a las mujeres más bonitas se llevaba;
de aquellos campos no quedaba ni una flor.

Un día domingo, que se andaba emborrachando,
a la cantina le corrieron a avisar:
cuídate Juan, que ya por ahí te andan buscando,
son muchos hombres, no te vayan a matar.

No tuvo tiempo de montar en su caballo,
pistola en mano, se le echaron de a montón;
estoy borracho, les gritaba, y soy buen gallo,
cuando una bala atravesó su corazón.

Creció la milpa con la lluvia en el potrero,
y las palomas van volando al pedregal;
bonitos toros llevan hoy al matadero,
qué buen caballo va montando el caporal.

Ya las campanas del Santuario están doblando,
todos los fieles se dirigen a rezar,
y por el cerro los rancheros van bajando
a un hombre muerto que lo llevan a enterrar.

En una choza muy humilde llora un niño,
y las mujeres se aconsejan y se van;
sólo su madre lo consuela con cariño,
mirando al cielo llora y reza por su Juan.

Aquí termino de cantar este corrido,
de Juan ranchero, charrasqueado y burlador,
que se creyó de las mujeres consentido,
y fue borracho parrandero y jugador.